Cada verano, como un ritual que el tiempo no desgasta, la psicóloga y experta en mindfulness Diana Prieto regresa desde Madrid a las tierras que marcaron su infancia: Sobrado y Trives. Lo que en su niñez era un viaje desde Huelva con toda la familia, hoy es una cita ineludible junto a su marido —trivés de nacimiento—, escapándose también en cualquier otra época del año cuando la agenda lo permite.

“Volver a Trives es volver a las raíces”, confiesa. Es reencontrarse con los rostros de siempre, con las calles que guardan historias y con el abrazo constante de la naturaleza: las montañas, los cantos de los pájaros, los olores, los colores, los silencios… Para ella, este regreso no es sólo descanso: es una experiencia profunda, un anclaje emocional que se repite año tras año sin perder frescura.

Diana habla de tres pilares que mantienen su vida en equilibrio: familia, amigos y naturaleza. Esa “triple conexión” es su brújula interior. Incluso la morriña, que antes le parecía un concepto difuso, hoy la siente en los huesos, como una necesidad vital que le avisa cuándo es momento de volver.

Los reencuentros le despiertan alegría y la transportan a los juegos infantiles: correr por los prados, jugar al escondite, cantar en los paseos. Trives, dice, siempre tiene algo que ofrecer: fiestas, actividades, encuentros improvisados. “Aquí siempre hay compañía para tomar algo y charlar. Es un paraíso”, resume.

Entre lo mejor, destaca el entorno natural y la riqueza de rincones con encanto; entre lo que echa en falta, la mejora de los recursos sanitarios. De sus recuerdos más presentes, guarda la calma del tiempo sin prisa, las tardes observando insectos y nubes, las travesuras con amigos, y las enseñanzas de abuelos y bisabuelos que dejaron huella.

A quien visita la zona, le recomienda adentrarse en la sierra, descubrir lugares a pie, en bici o en vehículos preparados, y disfrutar de las piscinas de Trives o Manzaneda, o del río Caneiro.